Una cosa que me recriminan la mayoría de mis amigos, es que soy demasiado benevolente a la hora de criticar las películas que veo. En parte creo que es porque sé lo mucho que cuesta sacar adelante una película, y que no todo sale siempre como quieres. Eso me hace intentar ver los aspectos positivos de las cintas.
Algo que si que se nota siempre, es cuando una película se hace con cariño. La atención en los pequeños detalles es primordial. Aunque quizás puedan pasar desapercibidos para el espectador, son los que trascienden más allá del sentido visual o narrativo , creando asociaciones en nuestra mente que no están en la pantalla.
Una película la conforman muchos elementos, pero dos de la herramientas fundamentales del director de cine son la composición de plano y el montaje. Con ellas ha de trabajar para trasladar las palabras a imágenes y a la vez transmitir los temas y las reflexiones de la historia. No es fácil, pero cuando consigues fijarte en esas cosas, empiezas a conocer el lenguaje cinematográfico.
Un buen director es aquel que refuerza de manera sutil las reflexiones que se dan en cada secuencia. También es un autor que ha de plasmar su sello en cada obra, dándole su toque personal. Suena a cliché, pero es la realidad. El director de cine debe tener justificado cada plano en su mente. Una persona que solamente pone la cámara en un par de sitios mientras las cosas se suceden, no es un autor.
Creo que hoy en día todos tenemos unas nociones mínimas de lenguaje cinematográfico. Muchos hemos crecido cerca de una pantalla de tv, y gracias a eso hay cosas que conocemos, aunque sea subconscientemente. Un plano general al principio de una secuencia, nos pone en el contexto de la acción. Un plano detalle centra nuestra atención en un elemento importante que puede pasar desapercibido. Un primer plano en una conversación suele intentar transmitir emoción. Cuando leemos una novela, muchas veces en nuestra cabeza lo representamos como si fuera una película. Todos somos un poco directores de cine, cuando echamos nuestra imaginación a volar. Sería interesante descubrir cómo ha influido el cine en la manera de imaginarnos las cosas.
Hay en la historia del cine algunos elementos que siempre nos han atraído a los directores a la hora de trascender el mero plano narrativo. Escaleras, cristales, espejos, sombras... siempre querrán decir algo más de lo que simplemente aparentan. Y lo mismo pasa con la composición y el tipo de plano. Las metáforas audiovisuales son parte activa del lenguaje cinematográfico.
El cine es intriga y tensión. El ritmo de una película es esencial y depende del montaje de la misma. Lo postularon los cineastas rusos hace más de 90 años, y sigue vigente hoy día. Aparte de narrar y dosificar la información, el montaje tiene que querer provocar algo en el espectador. No es simplemente pegar un plano detrás del otro, teniendo cuidado de no saltarte el eje.
Estos son algunos consejos, para aquellos que queráis intentar ver algo más cuando veis una película, y de paso, que aprendáis a apreciar un poco más la labor de director, que es muy sufrida y estresante. Y así podáis encontrar un buen director detrás de una película mediocre.
Y ahora vámonos todos a ver Crepúsculo.
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