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Me llamo Rafa Ruiz. Soy guionista e intento ser director de cine. Soy una persona que ha crecido en los 90. Tengo demasiados pensamientos en la cabeza, y quiero compartirlos con vosotros y a la vez conocer los vuestros. El arte se crea entre todos

martes, 8 de noviembre de 2011

RELATOS CORTOS (III) : SIN RUMBO


La comisaría de la policía nacional estaba casi vacía. Casi todos los agentes disponibles se encontraban custodiando la Plaza . Un par de policías jóvenes se encontraban en la puerta de la central. Ninguno de los dos estaba demasiado contento. Les parecía una injusticia que solo por ser los nuevos, les tocara quedarse en casita mientras los mayores hacían el trabajo de verdad. Pero su oportunidad de ser tomados en serio se personificó en la figura de una persona que, arma en mano, perseguía a un hombre. Ninguno se lo pensó. Se dedicaron una sonrisa cómplice y se abalanzaron sobre Set Artur. Su pistola cayó al suelo y sus gafas salieron despedidas.
-¡No se mueva! Queda detenido- Gritó uno de los novatos, mientras el otro le registraba los bolsillos.
-¡Soltadme inútiles! ¡Soy policía!- Set estaba realmente cabreado-¡Tengo la placa en el puto cinturón!
Los agentes palidecieron. Se pudo oír como sus corazones se paraban al unísono. Se quitaron de encima del detective y corrieron a recogerle su arma y las gafas, que milagrosamente no estaban rotas.
Artur sabía que el error había sido suyo por haber pasado por delante de una comisaría con una pistola y corriendo detrás de un hombre sin haberse identificado, pero no se disculpó. Se levantó como un rayo y empezó a correr de nuevo.
Set, giró la esquina pensando que con un poco de suerte, aún lo podría ver, pero su esperanza se desvaneció cuando se encontró delante de la puerta de un instituto. Eran las ocho y cuarto y los alumnos se disponían a entrar en las aulas. Rugía la marabunta de cientos de voces de adolescentes desahogándose antes comenzar su jornada estudiantil. Artur saltó un par de veces, pero no consiguió divisar a aquel misterioso individuo. El estridente ruido del timbre que daba comienzo a las clases resonó en los alrededores de aquel edificio de piedra que en otros tiempos fuera un seminario, y los chicos empezaron a entrar.

Jairo notaba latir su corazón. Lo escuchaba más que el ruido del motor de los coches que lo rodeaban. Le costaba respirar. Con sus manos temblorosas buscó en los bolsillos el inhalador que en aquel momento tanto necesitaba. Estaba muy nervioso. Más que nunca. Habían sido muchos años de observación. De meticulosa cautela. Midiendo al milímetro todos sus actos para no meter la pata y no estar nunca en la situación en la que se encontraba en aquel momento. Pero lo que había visto aquella noche no podía compararse a nada de lo que había presenciado jamás.
Asustado, el hombre asomó un poco la cabeza desde detrás del árbol que lo ocultaba, y lo vio. Aún seguía allí. Era el policía que le había estado persiguiendo. Set Artur. Sabía su nombre porque había salido recientemente en el periódico a raíz de la resolución de un caso de secuestro.
Aún seguía con la mirada fija en Artur cuando vio su vía de escape. El vehículo que lo alejaría del detective y le devolvería al anonimato. Y aquel vehículo era un parco autobús amarillo que se dirigía a la parada que tenía justamente enfrente.
Si quería hacerlo bien, debía tener cuidado y esperar el momento adecuado para subir, justo antes de que arrancara.

Set vio detenerse al autobús. Tardó muy poco en darse cuenta de que si aquel hombre seguía cerca, intentaría escaparse en aquel transporte, y comenzó a caminar lento, casi ocultándose, hacia la parada; pero no fue lo suficientemente rápido y vio como el sospechoso salía de detrás de un árbol y se colaba por las puertas entrecerradas del bus, y este arrancó.
-¡Ya te tengo cabrón!- pensó Artur eufórico. Rápidamente, se dio la vuelta y empezó a correr. Sin ni siquiera mirar, sacó el móvil y marcó el teléfono de la central.
-Soy el detective Artur. Hay un sospechoso en un autobús de la línea cuatro que va hacia Galeras. Póngase en contacto con el conductor de ese autobús y dígale que no se le ocurra hacer ni una sola parada y que se dirija hacia los Lagos del Pedroso. ¡Y que vaya lo más lento que pueda!- Por fin lo tenía.
Le costó pocos minutos llegar hasta su coche. Mientras lo veía en la distancia, más bonito le parecía. Montó en la bala negra, encendió el motor y salió al encuentro del autobús.

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