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Me llamo Rafa Ruiz. Soy guionista e intento ser director de cine. Soy una persona que ha crecido en los 90. Tengo demasiados pensamientos en la cabeza, y quiero compartirlos con vosotros y a la vez conocer los vuestros. El arte se crea entre todos

miércoles, 23 de noviembre de 2011

RELATOS CORTOS (VI) : BANDIDO


Los rayos de sol se colaron por los diminutos agujeros de las persianas e iluminaron la habitación. Olía mal y se hacía insoportable por momentos. Entre las sabanas de la cama una persona parecía llevar muerta un par de semanas. Sobre la mesilla de noche, un reloj digital marcaba las cinco y media de la tarde. Sonó el despertador y siguió sonando durante cinco largos minutos. Todo volvió a calmarse. Fue entonces cuando se escuchó un gruñido procedente del bulto de la cama y el cadáver empezó a moverse. El muerto en cuestión era Olivier Bande y, al parecer, no estaba tan muerto como aparentaba. Todo lo muerta que puede estar una persona que ha sobrevivido sus últimos dos meses a base de alcohol y estupefacientes.
Desde su lecho, Bande pensó que no había ningún buen motivo para levantarse, pero su vejiga no opinaba lo mismo, así que decidió salir de la cama. Puso el pie en el suelo, cogió impulso y antes de ser consciente de lo que estaba pasando, se encontró tirado en el suelo y con un incipiente chichón en la parte trasera de su cabeza. A su mano derecha llegó rodando la botella vacía de whisky barato que le había hecho compañía la noche anterior. Empezaba a recordar algo, pero en ese momento (por la resaca o quizás por el castañazo que se había pegado contra la mesilla) sentía que su cabeza no resistiría ningún esfuerzo, por muy pequeño que este fuera.
Se levantó como pudo, ahora con más cuidado que la primera vez, y se metió en el baño. El color de su orina le recordaba al burbon que se había bebido algún día de aquella semana. Abrió el grifo, se humedeció la cara y se miró al espejo. Fue entonces cuando comprendió que no podía seguir así mucho tiempo.
Fue a la cocina y abrió la nevera. No había cosa que más odiara que las neveras llenas de botellas de coca cola rellenadas con agua, pero, en ese momento, un buen vaso de agua fría y quizás un par de aspirinas, le devolverían a su cabeza la tranquilidad que ésta le pedía a gritos.
Ya mejor y con sus facultades mentales empezando a funcionar, se dio cuenta de que no tenía ni la más remota idea de qué día era, así que decidió bajar a por el periódico. Buscó la suficiente calderilla para ir al quiosco, se puso su albornoz verde y unas chanclas. Abrió la puerta y junto al descansillo había un ejemplar de "La Voz de Galiza" y, aunque se extrañó, pensó que se había ahorrado un viaje.
Olivier cultivaba desde hacía años la extraña manía de leer el periódico al revés. La mayoría de la gente que lo empieza desde atrás lo hace para leer las secciones más ligeras y normalmente, al llegar al principio de la sección deportiva, dejan aparcado el diario. Olivier no. Aunque empezara por el final, podía presumir de que, siempre que tenía un periódico entre sus manos, lo leía de cabo a rabo.
Llegó al salón y se sentó en su butaca roja, dobló el periódico a la mitad y lo puso sobre sus piernas. De uno de sus bolsillos sacó una cajetilla de tabaco rubio. La abrió y sacó un cigarro. La puso boca abajo y dio un golpe seco en la base del paquete. Fue entonces cuando salió una china de hachís que cayó directamente en su mano. La dejó junto al cigarrillo. Sobre la mesa había un montón de mecheros y recordó que solo debía haber uno que funcionara, pero si no sabía en que día vivía, no iba a saber cual de todos aquellos encendería. La opción de levantarse y probar uno por uno no le parecía muy tentadora, así que pensó que sería mejor buscar primero un papel. Metió la mano por el hueco del sillón, cogió el librillo de "Rizzla" que guardaba allí y pegó un par de papeles en forma de V. Fue entonces cuando vio que le tocaba poner en práctica su destreza con los pies. Se quitó la chancla izquierda, estiró la pierna, habilidosamente cogió el primero de los mecheros con los dedos del pie y con un movimiento rápido se lo lanzó a su propia mano. Como no encendía, repitió el proceso hasta que al tercer intento salió una gran llama.
Acabó la sección internacional. El porro se consumía lentamente en el cenicero entre calada y calada mientras que la habitación se llenaba de humo. Entonces escuchó una musiquilla que venía de la cocina. Era su móvil, y esta vez iba a tener que levantarse. Lo cogió y volvió a su butaca. Tenía seis llamadas perdidas y acababa de recibir un mensaje:
-Ola bandido!! No contestas, asi q pasare por aí+tard.as visto el periodiko??-
Fue entonces cuando, por primera vez en mucho tiempo, antes de acabar de leer el periódico, lo cerró y miró atentamente la portada. Aparecía mucha policía. También distinguió restos de sangre en las piedras del suelo. Pudo reconocer que se trataba de la plaza del Obradoiro.
-¿Un asesinato en pleno corazón de Santiago? ¿Quién sería el pobre desgraci......? -Antes de poder terminar la frase alzó la mirada y leyó el titular: PROFESOR UNIVERSITARIO ASESINADO.
Bandido se quedó perplejo un par de segundos, cogió su porro del cenicero y le dio un par de intensas caladas. Aguantó un rato el humo en sus pulmones y empezó a especular sobre los hechos antes de leer la noticia por completo. Su cerebro se ponía en marcha.

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