Esto de tener un blog es como tener un hijo. Hay que mimarlo desde el primer día y no cometer el error de abandonarlo a las primeras de cambio. Hay que enseñarle a que busque su propia identidad desde el primer momento. Sacarlo de paseo, ayudarle a hacer amigos y enseñarle que no se le puede caer bien a todo el mundo. Siempre habrá gente que te diga que tu hijo es una monada, y cuando te des la vuelta, no tardará ni cinco segundos en contarle a sus amigos que tu retoño tiene los ojos demasiado grandes, o que está muy gordo o que simplemente, no hay por dónde cogerlo.
Como padres primerizos, no debemos sucumbir al pánico, que es la reacción lógica. Cuestionar todo lo que se ha hecho. Eso no es bueno. La autocrítica nunca se debe realizar desde el miedo o desde la desesperación. Las inseguridades del padre, siempre se dejan ver en sus hijos. Habitualmente, todo artista o persona que quiera serlo, será una persona muy emocional, de fuertes instintos, de grandes corazonadas. Gente dispuesta a abrir su alma para contactar con el público.
Es difícil ser artista. Puedes ceñirte a las pautas que marcan como se hacen las cosas, hacerlas bien y no gustar. Puedes hacer la mejor obra del mundo y seguir sin gustar. El público nunca estará equivocado. Porque aunque no tengan nociones de arte, saben lo que les gusta. Y aún en el caso de que no sepan lo que les gusta, tened por seguro que sabrán lo que NO les gusta.
Lo mismo pasa a la hora de crear. Escribir, dirigir... cualquier disciplina artística crerativa exige una constante autocrítica que a veces atormenta a la propia persona, cuenstionándose cualquier decisión tomada o futura. No hay que caer en este error, hay que dejarse llevar.
Cuando un padre está seguro de si mismo, esa seguridad se refleja en su hijo y este puede así madurar. Pero como yo todavía soy demasiado infantil y disperso, voy a conformarme (por ahora) en intentar no perderlo de vista, (porque soy muy dado a distraerme en el parque) y llegar con otro hijo a casa.
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