Ella entró en su cabeza por los oídos, pero se abrió paso hasta su corazón. Cuando al fin se encontraron, la canción paró de sonar aunque ellos no se dieron cuenta. Escribirían juntos su propia melodía. Se tenían el uno al otro, el otro al uno y con eso era suficiente. Consiguieron entenderse sin abrir la boca excepto para besarse, conocerse a través de miradas, controlar el tempo a su antojo con el simple echo de estar juntos.
La última noche que pasaron pudo ser también la primera de muchas. Cuándo el la besó antes de despedirse se estremeció. Todavía no sabía por qué.
Ella siempre pensó que no se lo merecía. El siempre quiso merecérsela. Cuando quisieron decírselo todo no encontraron las palabras, y cunando las encontraron la voz les falló. En un pentagrama les esperan las notas de todas las canciones que prometieron cantar juntos.